- Padre ya no vendré a la Iglesia! me voy!
El sacerdote preguntó:
-¿Pero por qué?
El joven respondió:
- Oh! Veo a la hermana que habla mal de otra hermana;
el hermano que no lee bien; el grupo de canto que vive desafinando; las personas que durante las misas se quedan mirando el celular, entre tantas y tantas otras cosas malas que veo hacer en la iglesia, además no me puedo concentrar con tanto revolú!
El sacerdote calmadamente le dice:
- Bien, no te culpo, tienes buenas razones.
Pero antes de irte definitivamente, quiero que me hagas un favor:
toma un vaso lleno de agua y da tres vueltas por la iglesia sin derramar una gota de agua en el suelo.
Después de eso, vienes y seguimos la conversación y tu afán de irte.
Y el joven pensó:
-Ja, ja esto es muy fácil! Ni piense que me va convencer quedarme!
Y dio las tres vueltas como le pidió el sacerdote.
Cuando terminó dijo:
- Listo, padre ya hice las 3 vueltas y no derrame una gota de agua!!!!.
Y el sacerdote muy sabiamente le preguntó:
- Cuando estabas dando vueltas, ¿viste a la hermana hablar mal de la otra?
El joven pensó por un instante:
-¡No! ¡Para nada!
-¿Viste a la gente quejarse de los demás?
El joven pensó otra vez:
- No, la verdad que no!
-¿Viste a alguien mirando sus celulares?
El joven de nuevo pensó:
- No, no, para nada!
El sacerdote le contesto:
-¿Sabes por qué? porque estabas concentrado en el vaso para no botar el agua. Y todo lo demás no tenía importancia.
Lo mismo pasa en nuestras vidas.
Cuando nuestro foco sea nuestro Señor Jesucristo, no tendremos tiempo de ver los errores de la gente.
Quien se va de la iglesia por la gente, es porque nunca entró por causa de Jesús.
Concéntrate solamente en la Cruz de Cristo y su Palabra, no en los ruidos artificiales de tu alrededor.
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