Oración del Diezmo

Recibe Señor, mi ofrenda. No es una limosna, porque no eres mendigo. No es un aporte, porque no lo necesitas. No es el resto que me sobra que te ofrezco.

Este monto representa, Señor, mi reconocimiento, mi amor.
Pues si lo tengo es porque tú me lo diste. Amén

Reflexiones

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Sunday, November 26, 2017

EL ATARDECER DE LA VIDA

Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos 
sobre las baldosas rotas de la vereda; gorra marrón,
manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera;
pantalones que arremangados dejaban libres sus 
pantorrillas y una camisa blanca, gastada, 
con un chaleco de lana tejido a mano
El anciano miraba a la nada.
Y el viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto que me 
fue muy difícil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo.
Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mi, 
le sonreí, lo saludé con un gesto aunque no crucé la calle, 
no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, 
sin convencerme de estar haciendo lo correcto.
En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía.
Traté de olvidarme.
Caminé rápido como escapándome.
Compré un libro y ni bien llegué a mi casa comencé a 
leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia.... 
pero esa lágrima no se borraba...
Los viejos no lloran así por nada, me dije.
Esa noche me costó dormir, la conciencia no entiende de horarios 
y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él,
tal como entendí que me lo había pedido.
Luego de vencer mi pena, logré dormir.
Recuerdo haber preparado un poco de café,
compré galletas y muy deprisa fui a su casa 
convencido de tener mucho por conversar.
Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre.
-¿Qué desea?-
Preguntó, mirándome con un gesto adusto.
-Busco al anciano que vive en esta casa 
.-Contesté.
-Mi padre murió ayer por la tarde-
Dijo entre lágrimas.
-¿Murió!- Dije decepcionado.
Las piernas se me aflojaron,
la mente se me nubló
y los ojos se me humedecieron.
-¿Usted quien es?-
Volvió a preguntar.
En realidad nadie
-Contesté, y agregué

-Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre 
sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no 
me detuve a preguntarle que le sucedía pero hoy 
volví para hablar con él pero veo que es tarde.
-No me lo va a creer, pero Usted es la persona
de quien hablaba en su diario.
Extrañado por lo que me decía,
lo miré pidiéndole más explicación.
- Por favor, Pase
- Me dijo aún sin contestarme.
Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario 
y la ultima hoja rezaba:
"Hoy me regalaron una sonrisa plena
y un saludo amable... hoy es un día bello".
Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar 
lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo 
cruzara aquella calle.
Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije:
-Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre...
-Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo:
-Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, 
quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.
"No vayas por donde el camino te lleve;
Ve por donde no hay camino y deja huella".
Emerson






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